viernes, 15 de agosto de 2008

LAS SORPRESAS DE FRANCIA.


Esto lo escribí hace más de un año y relata mi corta estancia en esa ciudad: Hoy tuve más tiempo para recorrer esta ciudad francesa llamada Mary sur oas. Salimos tarde como a las 9 de la mañana, sus calles se hallaban prácticamente desiertas. El cielo gris e indeciso razonaba una duda filosófica. En Mery sur oas, constantemente hay garúas por cinco minutos y luego no se sabe si lloverá o se pondrá a solear. En cambio, el viento que es el aliento de la naturaleza; gobierna todo, incluso sus gentes se mueven al compás del viento.

Ayer temerariamente dije que el friecito francés era una cojudez, pero estuve equivocado. Hoy como para desmentirme, el cielo francés muy ofendido se batió en combate con mis irresponsables comentarios, al afirmar que el frío cusqueño era verdadero frío y no la tontería que imagine.

Las nubes, el viento y la lluvia se unieron en santa conjura sobre mi difamatoria afirmación y a esta altura no me queda más remedio que tragarme las palabras en humilde acto de contrición.

Después, en medio de la lluvia fuimos a un minimarket, con Marco “cuervo” Ugarte y Rosario, es decir a una pequeñísima tienda de abarrotes francesa, sin embargo más grande que el Chinito. Al salir me quedé extrañado al ver a un sujeto bien vestido, rubio, limpio, con un reluciente abrigo negro que le caía hasta la rodilla; probablemente mejor vestido que yo.

Pensé que él me esperaba, detuve el paso y el curioso personaje dijo unas palabras en francés gangoso dirigidas a mí.

Yo me quedé mirándolo, por un momento me dije, este no puede ser televidente de la Jornada Informativa o ¿si? Trate de responderle con mis pocos recursos en francés pero nada, el hombre seguía insistiendo. Y como todos aquí son corteses no podía dejarlo con la palabra en la boca.

Merci..., excuse moi.., oui oui..Dije todas las tonteras que se me ocurrían; pero el sujeto nada, seguía mirándome humildemente y moviendo la cabeza con cada palabra que decía.

Ante esta situación Marco vino en mi ayuda y habló con él. Seguramente, dije será un despistado que se perdió, como pasó conmigo en una estación del metro, al llegar a esta ciudad.

Ya luego Marco con una sonrisa en el rostro, me contó. El sujeto de largo y reluciente abrigo negro no era otra cosa que un mendigo francés.

¿Un mendigo? El sujeto que tenía aire de aristócrata, no estaba sucio, ni manco, tullido o mutilado. El mendigo de ojos azules y cabello castaño era un respetado señor mendigo del primer mundo.

Yo no podía entender. ¡Pero si es un blanco! exclamé para mis adentros. Es verdad, Francia también tiene sus mendigos, su pobreza escondida, muy soterrada y bien vestida, como corresponde a esta vanidosa aldea llamada “la ciudad luz”.

Marco después de sonreír por buen tiempo, me explicó con ese tonito de antropólogo cosmopolita, que no existe en el mundo un solo país que no tenga pobres o mendigos

Aquí o allá, es fácil meterse la mano al bolsillo sacar la moneda más pequeña y entregárselo al mendigo y con un suspiro decir ¡pobrecitos, que pena!. Lo que pocos saben, es que la mendicidad hace más pobres a ambos , al que da y al que recibe, porque reduce la condición humana a una minusvalía económica que deteriora la dignidad del individuo que da y del que recibe.

En el proceso de la limosna, propiamente dicha, hay dos manos; una que está arriba soltando la moneda y otra que está debajo. Y ese sólo concepto de una mano encima de otra, es lesivo a la dignidad de todo ser humano.

Muchas veces la pacatería católica alienta esta forma de vida y nos hace ser conformistas al convencernos que los mendigos son un mal necesario. Es una responsabilidad de la sociedad, del Estado y nuestra finalmente, atacar sus raíces, las que por lo general permanecen escondidas.

Nunca olvidaré el rostro de ese francés, que parecía un querubín rubio, pidiendo un euro en la puerta del autoservicio. Algún día los “miserables” como los llamaba Víctor Hugo, harán algo por erradicar la pobreza y la extrema pobreza, ojala no sea de manera tan violenta como ocurrió a comienzos del veinte. Ese es el verdadero cáncer del nuevo milenio, que a nadie parece importarle.

UNIVERSITARIOS: EL CUSCO LES AGRADECE.

Ayer la juventud demostró que no es la generación equis que suponíamos. Ayer la juventud, con todas sus limitaciones nos ha demostrado su amor al pueblo y su capacidad de indignarse ante el costo de vida, que nos mata lentamente. Ayer la juventud cusqueña le ha dicho al Señor “Perro del Hortelano” que no vamos a tolerar su política de micro shocks, su gobierno exitoso con millones de desempleados, hambrientos y su huayco de corrupción.

Es posible que el manejo macro económico del MEF sea bueno. Debemos suponer que esa es la razón por la que este gobierno ha sido bendecido por el Papa Benedicto, santificado por el FMI, elogiado por el Banco Mundial, condecorado por el Club de Paris, honrado por el ALCUE, alabado por el TLC con EE UU; pero ¡carajo! no nos pidan que los sufridos peruanos nos arrodillemos para decirle gracias por matarnos de hambre.

Aquí estamos aún de pie, los qosqo runas, los herederos de los grandes hacedores de Machupicchu, los que gobernábamos casi todo el continente antes de que estos traidorcillos merodeen por nuestras costas buscando un pedazo de oro.

Aquí estamos nosotros, los muertos de hambre, los que gracias a los grandes éxitos macro económicos, ahora tenemos que vestirnos con ropas de segundo uso, compradas del baratillo sabatino; los que comemos en el mercado las sobras de los grandes hoteles. ¡Nosotros no bajaremos la cabeza!

El detonante último ha sido el incremento de los pasajes. Este es un chantaje, un chairazo hábilmente dirigido por los que ayer fueron luchadores sociales y hoy son los nuevos ricos del Sindicato de Choferes de la Pza. de Armas.

Propongo a pedido de miles de cusqueños que la Municipalidad y su caterva de regidores “moralistas” hagan lo necesario para que se declare la ruta libre.

Duele que nuestra vieja Policía Nacional, la del héroe Mariano Santos, haya cumplido un rol vergonzante; ayer ha apaleado a sus propios hijos, ha detenido a 30, torturado, disparado y ensangrentado a tres universitarios.

Señores policías, les pedimos que tengan cuidado con nuestros hijos: Hasta las acémilas tienen un poco de sensibilidad. ¿Cómo puede un padre disparar contra su hijo? Sólo el soldado mediocre puede excusarse diciendo: ¡Si yo disparé porque mi jefe me ordeno!

Señores, los estudiantes han vuelto a salir a las calles y no lo he de negar, los hemos aplaudido en los mercados. Con sus voces roncas gritaban y componían estribillos ¡Sayan no seas ratero y haragán! ¡García, ladrón de la CIA! ¡El pueblo quiere pan y plomo les da la milicia!

Los universitarios como hace veinte años volvieron a retumbar nuestras calles con sus voces frescas, sus ideas de justicia, su ¡ya basta! a tanto excremento político.

Alguien dirá: “Oiga usted estos son unos bandoleros han capturado 40 vehículos”. Y allí saldrá nuestro pueblo para decir que la toma pacifica de vehículos es simple y llanamente la pedagogía de los hechos. Son los acontecimientos los que ahora hablaran por nosotros.

Y mientras el pueblo saludaba a sus juveniles luchadores sociales. Una treintena de ellos fueron arrestados, golpeados, detenidos por la policía cainita del Cusco. ¡Perdonen! Señores uniformados, pero aquel policía que dispara en contra de su pueblo es un mercenario que carece de convicción, patriotismo o libertad.

Nuestros hijos, los hijos del pueblo no son saqueadores, no son los delincuentes que vagan prófugos con la complacencia de los coroneles. No son los asaltantes de la DIVINCRI. Nuestros universitarios son el fermento de la nueva patria, la patria de hombres honestos, demócratas y justos, sin fratricidios partidarios. Ellos son la conciencia del país, son la esperanza de que algo pueda cambiar en este Perú donde la corrupción de derecha y de izquierda nos tienen arrinconados.(280808)

ASÍ ÉRAMOS LOS BURROS ….


El Cienciano en aquellos tiempos debía ser el primero estudiando, jugando, enamorando o peleando. Quizás por eso, mi padre no obstante haberme podido matricular en La Salle o Salesianos quiso que ingresara a Ciencias.
El decía que la gente capaz no tenía por qué pagar para salvar cada año.

Cuando llegué a ese elefantiásico edificio de San Francisco, tal vez a los 6 años o menos, fue mediante un examen de admisión al primer año de primaria. Fue un día tenso, en medio examen salí al baño. Fue peor que postular a la universidad.

Felizmente ingresé y mi familia fue feliz y orgullosa; pero yo no, porque el colegio tenía muchas trazas militares. Que, los galones, la cristina, el desfile, el uniforme “caqui”. Me tuve que acostumbrar poco a poco; me acostumbre tanto que llegue a amarlo como mi segundo hogar. Al final cuando salí lloré como el primer día de clases.

En ese viejo colegio, orgullo de la raza humana, pasé toda mi infancia y adolescencia. Supe de sus sinsabores, simpatías, castigos y amores. Y cada vez que llega el 20 de agosto, siento que es un poco mi onomástico y el de toda mi vieja familia de vagos compañeros.

Recuerdo cuando una noche la selección de Garcilaso nos ganó en básquet. Surgió una voz desde la multitud y todos en dos trancazos llegamos hasta el frontis celeste para dejar graficada de manera surrealista nuestra ira cienciana.

¡Ah!, y en los desfiles, teníamos que ser los primeros. La banda de Ciencias era numerosísima y celosamente protegida por el profesor Flores. Cuando entraba a la Plaza de Armas, prácticamente atronaba, la gente se ponía de pie y hasta la Maria Angola desde su elevada altura nos miraba sonrojada al ver pasar tanta hombría juvenil en paso marcial.

Luego las discusiones bizantinas entre el cura Gálvez y el profesor “chivo” Chevarria. Este último era un materialista ilustrado que recitaba toda la Revolución Francesa en lugar de dictar. Una vez dijo en clases, sin alusiones por si acaso: “que podemos esperar de un cura con polleras, que cuando orina lo hace sentado como mujer”. El salón rió hasta orinarse pensando en el pobre cura.

El chisme le llegó calentito al cura que estuvo mascullando su respuesta varias semanas. Y por fin llegó el día. Un alumno dijo burlándose del curita que a veces era boca sucia como pocos:
- Padre, el profesor Chevarria nos ha dicho que él es un Dios, que el hombre es un Dios en el fondo.
- Bueno si eso piensa él, que problema. Si los herejes adoraron a un becerro de oro, ustedes por qué no pueden adorar a un chivo de mierda.
Bueno, esa ya era una guerra declarada, de la cual nosotros sacábamos enorme provecho, enfrentándolos y alimentando nuestro materialismo.

En ese colegio no había términos medios. O eras hombre o eras hombre, punto. No faltaron algunos afeminados que no tuvieron más remedio que trasferirse unas cuadras más arriba. Allí, en Ciencias se peleaba como hombre. Y si el profesor no era suficientemente digno pues igual tenía que acudir al cuadrilátero del honor.

En una ocasión mi primo el “wakachacan” Washington Carrión, fue ofendido en el salón de clases por un individuo que fungía de profesor sin serlo. El Washi lo espero tranquilo a la salida, se puso enfrente de él y lo mandó al hospital por un mes. Así eran aquellos tiempos…

No había profesor que no tuviera una chapa divertida. Recordemos algunos: el wiswi Pérez, el chiripichico Montesinos, el sapo Flores, el malandrín Aguirre, el q´aragallo Gallegos, el loco Batallanos, el cuellitos, el yango Silva, el siete-machus, el ratón vaquero, el pichichus, el cura paluco, jajaja.

En realidad todos teníamos chapas. Felizmente a mí desde el colegio ya nadie me llama de mi apelativo, pero durante esos once años que pasé allí, mi vida fue feliz, soñé en hacer la revolución, en ser un botánico, médico, filósofo, matemático y hasta padre de familia. Es decir el colegio cumplió con su rol, despertarnos una ilusión por la vida,

Es por eso que cada 20 de Agosto, los burros de este milenio y del anterior; de este planeta y de todas las galaxias del universo nos reunimos. Y valgan verdades, yo si creo que el Taytacha de los Temblores es Cienciano y si es así este domingo vendrá para marchar como cuando éramos niños. (150808)

CANILLITA PONE EN APRIETOS A PERIODISTA.


Esta mañana un amigo vendedor de periódicos y panfletos me preguntó: ¿Señor Carrión, usted cada cuanto tiempo escribe? Me quedé patitieso, sentí que me estaba enrostrando mi poca seriedad en la periodicidad de estos articulos. Pero más aún, sentí una puñalada en mi vanidad personal.
Quise responderle, que una vez por semana; habría sido falso. Pude haberle dicho, cada vez que me da la gana; habría sido irreverente. Pude haberle dicho cada vez que el periódico me solicita, pero no es cierto; al periódico le importa un bledo si escribo, mejor si no lo hago porque así queda mayor espacio para la publicidad.
Durante varios segundos me quedé en blanco, cuestionado en lo más íntimo por un modesto canillita. Finalmente pude decirle lo más sincero que se me ocurrió: Señor, yo escribo cada vez que la conciencia me oprime, cuando ya no puedo permanecer más tiempo en silencio, cuando es inevitable decir un par de cosas por mucho que me cause algún perjuicio.
La conversación con el canillita, me dio pie para muchas reflexiones. Sinceramente ¿Por qué escribimos los periodistas? A veces por que tenemos la obligación de presentar un cúmulo de carillas por día, a cambio de un sueldo. Y entonces el tema lo elige uno mismo o lo sugiere el director. Pero alguien como yo, que no tiene sueldo, no tiene horario, ni tema, ni provecho, ni predicamento, por qué lo hace?
En ocasiones les confieso, he intentado permanecer en silencio, no porque evite tocar algún tema complicado, sino porque pienso que mis cosas pueden llegar a ser extremadamente prosaicas y superficiales, eso que la gente llama cojudeces.

En ocasiones uno tiene vergüenza de mostrar su desnudez periodística. Y en mi caso, me pregunto, ¿por qué escribo? y ¿sobre qué escribo? Escribo porque es una forma de sentirme en paz con mi conciencia. Como diría mi amigo Boris Espezua de Puno, escribo para hacer una catarsis, y desahogarme de algo o arrojar algo que me atormenta sicológicamente.

Esa respuesta podría ser válida para un escritor emotivo con traumas existenciales, pero los periodistas no podemos responder como poetas, pues presumimos que nuestras motivaciones son más bien de orden social, vinculadas al interés colectivo o a la preocupación del pueblo.

Si esa preocupación no se interioriza con uno mismo, está demás escribir nada. Todo sería un fraude, una estafa al lector. Por eso me sentí acorralado por el “canilla”, porque a veces no deseo descubrir mis cuitas por un poco de pudor.

Está visto que la única responsabilidad que tiene un periodista al escribir, es escribir con veracidad de aquello que sienta, de aquello que lo atormente, de aquello donde su opinión pueda ser útil para construir algo. De lo contrario está demás.
Volvió con su impertinencia el canillita:
- ¿Para qué escribe Sr. Carrión?
- Hum, escribo, para sentirme en paz con mi conciencia. Escribo para ser leído por la gente solitaria. A ver si coincidimos en algo. Escribo con la pretensión de que, poco a poco, seamos menos misántropos, porque la soledad mata.
Me parece que un lobo estepario aúlla no porque le duela algo, sino para saber si hay alguno otro que piense igual. Me hice el apresurado y no tuve más remedio que huir del canillita. (140808)

lunes, 11 de agosto de 2008

SOL A SOL: LA HISTORIA DE LO COTIDIANO.

Hoy es raro hallar a un robusto anciano de 107 años gozando de buena salud. Incluso con más vitalidad que algunos mozalbetes atrevidos de última hora, por quienes guardamos, pese a todo, el mayor de los respetos.
Esta historia centenaria del DIARIO EL SOL se incuba aún en el siglo XIX como proyecto, que más tarde sale a luz en 1901 con un formidable idealista cusqueño llamado Ángel Vega Enríquez, quien dio origen al sueño que hoy celebramos
Fundó un periódico para que sirviera en la defensa de las causas nobles de esta tierra, marginada injustamente por la centralización limeña, maltratada por el cinismo de los políticos capitalinos y agobiada por la gran tarea de reconstruir la nación luego de los estragos morales causados por la infausta Guerra del Pacifico.
El Sol, durante esa génesis de siglo, cumplió un papel extraordinario; fue el tónico que buscaba el sur del país y la vitamina espiritual para curar sus heridas internas y construir paso a paso, sol a sol, una visión regionalista.
Con los años y con nuevos dueños, fue expresando paulatinamente nuevas ansias, nuevos dilemas y en cada caso con una posición definida, sin las vacilaciones calculistas de quienes anteponen los beneficios económicos a las aspiraciones de la muchedumbre.
Los periodistas pueden equivocarse, pero jamás podrán quedarse mudos y sin opinión frente a los incesantes y complejos acontecimientos que demandan una posición inmediata. Esa es la sagrada ley del periodista. En esta profesión no hay eunucos.
Ángel Vega Enríquez, antes de lanzarse a esta gran tarea, en una ciudad donde el viento se mecía empujado por las achachihuas de Huascar y se escuchaba todavía el sordo crujir de las espadas invasoras, tuvo que pensarlo más de dos veces.
No sólo por el reto económico que implicaba una aventura quasi literaria de esta naturaleza, sino por la respuesta que tendría un panfleto de tamaño gigantesco como una sábana, que podría servir mas bien para cubrir el frío metafísico de una población relativamente iletrada.
Gran dilema del joven Ángel Vega. Y así masticando sus dudas durante un tiempo se fue a vivir a Europa, radicó en Francia, donde aprendió la vieja tradición periodística de una sociedad cosmopolita donde la libertad de expresión es sin equanum (indispensable) a la república.
Durante su estancia en aquel viejo continente, supo aprehender para si las más grandes virtudes de una cultura en la cual la palabra y el verbo, bien construidos, pueden mover montañas; la inviolabilidad del respeto a la dignidad del prójimo y el derecho a las libertades individuales en un mundo de mayor tolerancia.

DOS NOTICIAS DEL SIGLO PASADO.

Hace muchos años, unos veinte creo, cuando El Sol funcionaba en su sempiterno local de Mesón de la Estrella que a su vez fue la antigua casa de la familia del fundador Ángel Vega Enríquez, me apersoné, no se cómo ni por qué razón.
Probablemente tendría esos extraños deseos de querer alimentarme con esos viejos y sabrosos hongos de papel imprenta regados con tinta china, que habitaban en las páginas húmedas, protegidas por la enorme solera histórica de esas primeras ediciones.
De algún modo, ésta experiencia me sirvió para aprender que las noticias se transforman por el tiempo; que lo que fue hace cien años, una noticia interesante, hoy nos podría causar risa por su intrascendencia.
Esta es una de esas noticias, no recuerdo si fue la más importante del día pero fue una noticia publicada por El Sol, en el año 1935.
Decía: “GRAVE ACCIDENTE SE PRODUJO AYER”.
Y en efecto, narraba el accidente ocurrido con una matrona del Cusco, supongo de familia importante, puesto que vivía en las inmediaciones de la Calle Mesón de la Estrella. Agregaba la información que la señora se encontraba cociendo unas prendas, de manera un tanto distraída, al punto que la aguja de la maquina penetró sus delicadas yemas.
Esta demás contarles la descripción de los alaridos y el alboroto que se armó, no sólo por el accidente, sino por las implicancias generadas por una extraña y milagrosa máquina de cocer que dicen, existía en el Cusco.
Asimismo, narra el periodista que más tarde tuvieron que venir los galenos para realizarle una intervención a fin de extraerle la desdichada aguja que causo la antedicha preocupación, donde una dama había sufrido casi una tragedia por la hincada de una aguja.
No pude dejar de reír y volví a leer la noticia una y otra vez para descubrir donde se hallaba “la pepa”, pero por ningún lado apareció ese detalle. Lamento no poder recordar los nombres ni los detalles sobre el qué, quién, cómo, cuándo y etc. Con los años, poco a poco fui aprendiendo que la noticia es a su tiempo como es la sombra al objeto que la produce.
Hoy en día, esa noticia, ni siquiera seria noticia, es mas seria motivo de una broma, pero allí estaba la nota en la primera plana solar, que solía compendiar de manera abigarrada todo el resumen de interiores.
Ah, y la publicidad, era cosa de reírse. SE anunciaban vitaminas, proteínas, elixires de toda marca y precio. Todos asegurando que curarían incluso las enfermedades desconocidas o las que estaban por venir, importadas, únicamente para la gente refinada.
La segunda vez que entré a bucear en ese mar de hongos que era el archivo de El Sol , fue años más tarde, buscando los antecedentes de la creación de la Empresa de Generación Eléctrica de Machupicchu, hoy llamada EGEMSA.
La información estaba allí, en la década del cincuenta con la presencia de enviados especiales del Presidente Manuel A Odria, con bastón y chistera. Era una página gigantesca que mandé a fotocopiar y ahora felizmente aún se conserva puesta en un cuadro, en la sala de recepciones de esa empresa.
La descripción periodística del hecho fue muy prolija, en letras menudas, haciendo hincapié en los grandes objetivos del gobierno de reconstrucción nacional y la participación de nuestros burócratas locales, los cuales a esa fecha ya habían fallecido.
Todo lo mencionado pretende demostrar que un periódico es la BITACORA de una nación. Expresa sus más intimas preocupaciones, también sus errores, sus anhelos, sus frustraciones, sus cóleras e iras santas.

LA HISTORIA DE LO COTIDIANO.

En una de sus tradiciones el viejo Ricardo Palma se refiere a una caja que contenía los secretos de los acontecimientos más importantes del Perú. Una caja que era guardada con mucho celo; una caja que se supone resumía la vida de todo un pueblo, los secretos de un Estado, las vulnerabilidades de un país y los anhelos de su gente. Al finalizar, Palma sorprende a todos con una caja que solo contuviera las amarillentas hojas de un periódico capitalino.
Un periódico describe la historia de la cotidianeidad. En el fondo, detrás de cada escritor periodista hay un historiador bisoño trabajando con tesón por incorporar a la gran historia diversos hechos, con suerte algunas de sus crónicas darán pie a futuras investigaciones científicas.

Obviamente, no todo lo que se dice en un periódico pasa a la historia, pero sin duda el periódico, cualquiera que este sea y con mayor razón aquel que describe todo un siglo de vida, cumple con los requisitos para ser parte de la historia misma.
Los grandes acontecimientos, los hitos que marcaron el inicio de la primera o segunda guerra mundial, están descritos acuciosamente por el periodismo de ese tiempo. LO que comenzó como un simple crimen y un charco de sangre en determinada calle de Europa, sería el comienzo de una desenfrenada guerra mundial.
Grandes historiadores peruanos, (Basadre ) utilizaron las crónicas bien o mal escritas de un periódico, porque en ellas se encontraba la interpretación instantánea de lo ocurrido en ese tiempo y lugar.
Los hechos pueden ser mejor analizados por la historia, pero ningún historiador podrá negar que la primera fuente histórica es la de los testigos, (Periodismo de Interpretación) cuyos relatos son graficados en algún periódico.

PERIODISMO SOLAR DE PRIMER NIVEL.

El Sol, en la pluma de sus periodistas ha cumplido con describir este mundo que nos ha tocado vivir. Desde Ángel Vega Enríquez, pasando por Mariano Velazco, Domingo Guevara, Rafael Guevara, Manuel Carrera, Mariano E Moreno hasta llegar a un hito del periodismo local con el etnohistoriador Luís E, Valcárcel, que hizo de El Sol una tribuna de abierto combate a la opresión campesina y un espacio para reflejar una realidad que la urbe se negaba a aceptar.
Producto de esa visión periodística, minuciosa y acusadora, surgen posteriormente los libros: Tempestad en los Andes, Garcilaso visto por indios y la Historia Antigua del Perú.
El Sol, tuvo en sus paginas a personajes de la talla de José Gabriel Cosio, Luís Felipe Paredes, Roberto F GArmendia y otros muchos de nombres menos egregios que yacen en el camposanto de los periodistas.
De esos viejos directores admirados y estudiados hoy en las aulas de la Facultad de Cs. De la Comunicación, queda ya ninguno. Otra joven hornada, mucho más bohemia y menos literaria los reemplazó. El tiempo y la historia dirán si fueron suficientemente audaces e inteligentes para acometer la tarea de su época o no.

BRINDIS FINAL
Al cumplir estos 107 años de existencia, rindo mi homenaje a quienes sufrieron atropellos por publicar sus carillas, a quienes perdieron el trabajo por imprimir su nota, a quienes fueron humillados por defender su verdad a contrapelo del gentío. A quienes insisten en hurgar la sarna de la corrupción nacional a despecho de posibles venganzas.
Saludo a quienes convirtieron el periodismo en una forma honrosa de vivir y no de enriquecerse a costa de la fe política de un pueblo o vendiendo las noticias al mejor postor.
En realidad, son muy pocos. ¡Salud por ellos!