martes, 30 de septiembre de 2008

PIRCCA: UN MONUMENTO NACIONAL EN RUINAS.

Pircca, es el nombre de una comunidad campesina como tantas otras de Paccarectambo(Paruro), olvidada por el Estado, estafada por los arquitectos e ingenieros, por los doctores de la corrupción que llegaron hasta ese alejado lugar donde Dios se tropezó, sólo para llevarse la limosna presupuestal que algún Ministerio les asignó por compasión.

Ayer estuve en Pircca: Sus cuarenta chozas están distribuidas de manera irregular en un pequeño triángulo inclinado al borde de un precipicio sobre el Río Apurimac.

Sus viejos adobes se caen pulverizados por el tiempo. Las chozas casi destechadas por el viento datan de 1940. Es como si a alguien se le habría ocurrido construir un pueblo en el lugar más inaccesible y pequeño. Sus pocas tierras de cultivo han sido expropiadas inmoralmente por un falso hacendado y ex convicto de apellido Monterroso, que ahora gracias al amparo del Juez inepto de Paruro tiene el apoyo de la Ley, mientras el pueblo se muere de hambre.

Pircca, es el mejor lugar para llorar nuestras desgracias. Allí las lágrimas tardan en caer, pueden caer 500 o mil metros en el abismo. Si hay un lugar hermoso para suicidarse, ese lugar es Pircca.

Este villorrio posee una capilla al que pomposamente llaman Templo de Santiago Apóstol, que ha sido declarado por el INC RDN Nº 1472 como Monumento de la Nación. Sus habitantes casi todos apellidan Gutiérrez, Macías, Salas, Valencia, en honor al primer propietario legal de esta comarca Don Santiago Gutiérrez. Sus habitantes son de tez clara, casi blanquecina, pero eso no los libra del alcoholismo.

Quienes conocen la historia afirman que el templo data de la segunda mitad del siglo XVII. Poseía 15 lienzos de la Escuela Cusqueña y otras 14 esculturas antiquísimas que ojalá estén en custodia del INC.

Sin embargo, los empleados del Gobierno Regional de Cusco no dudaron en meterle dinamita para construir el puente de Tincoj, remeciendo toda la gigantesca montaña y el histórico templo que está en la cima. Le metieron tantas toneladas de dinamita que las grietas en las paredes miden 20 centímetros. Pero los campesinos siguen allí.

Meses después vinieron los funcionarios de Defensa Civil y les exigieron ser reubicados. Los cuarenta pobladores ancianos, todos en bronco quechua dijeron que ellos preferían morir antes de dejar el lugar. Y allí están desafiando a las leyes de la gravedad.

Tiene una escuela que no funciona porque no hay niños. Tiene un presupuesto de 340,440.83 soles para restaurar su capilla, pero el residente de obra ARq. Aldo Soto ha abandonado el lugar con la obra inconclusa, pero ya se gastó casi dos terceras partes; lo que obliga a realizar una prolija investigación, sobre el destino de ese dinero.
Mientras tanto, las bolsas de cemento que quedan casi malogradas, permanecen dentro de la capilla, custodiadas como joyas.
Afuera, los centenares de adobes elaborados por la población campesina vuelven a ser barro con las lluvias.

El INC ha contratado a un guardián que tampoco esta allí. El párroco prefiere estar en las fiestas.
El INC está de duelo. El gobernador está ebrio desde la fiesta de la Virgen de las Mercedes (14 SEt). Y hasta las palomas han huido del lugar.

Alguien desde el fondo de la capilla denuncia a gritos: “¡Maypin gobierno! Iglesian urmayunqa caraju”. Mariano del Pilar Ugarte me mira con una justa cólera. La indignación me embarga. Quisiera carajear a todos los parásitos de San Bernardo y a todos los curas mercaderes que piden limosnas en nombre de Dios...Y no puedo hacer otra cosa que escribir este comentario para que quede como testimonio de este tiempo.

jueves, 18 de septiembre de 2008

LUCIANO OLAZABAL: UN AUTENTICO CHOLO EN MADRID.

De Luciano Olazábal se sabe muy poco en los últimos años, pero lo que nadie sabe es que a él le importa un rábano lo que piense la “sociedad”. Vive una vida de recogimiento en su humilde departamento de Madrid (España), con Yola y sus dos hijos.

Luciano, es actualmente mi corresponsal en Madrid y además conjuga su labor de artista con la de voluntario de ATD Cuarto Mundo y como producto de ello sus trabajos proyectan esa decepción que siente la clase excluida, por toda la mentira de la prosperidad sembrada hábilmente por los charlatanes de las ONGs.

Allá en España, conversamos hasta la embriaguez. Luciano a menudo se preguntaba, qué podemos esperar de los políticos peruanos y de las instituciones. Su opinión me saltó a la carta cuando vi sus innumerables dibujos, guardados debajo de la cama, en una bolsa de plástico que aquel día sacó diciéndome: “Hermano no he muerto, todavía vive el artista”. Sus dibujos a plumón o con palo de escoba revela una sucesión de protuberancias femeninas, que no necesariamente expresan una obsesión sexual, como dijo una sicóloga despistada, sino su agresiva crítica a la prostitución contemporánea.

Luciano, con su chullo calzado como un condón lanudo y su chalina con tres vueltas al cuello, tosiendo como tísico, supo ayudarme a conocer las chabolas de Madrid con los ojos de un emigrante. A diferencia de muchos latinoamericanos que a la semana de arribar ya están ceceando, él sigue manteniendo su acento indio-juliaqueño, con sus giros quechuas y su humor andino.

“A la distancia, Mario, lo único que nos queda, es la identidad, sino que somos”, se dice Luciano mientras hurga entre los contenedores gigantes de basura. ¡Perdón! Quise decir depósitos de papeles, periódicos y revistas.

Mientras lo miro extrañado, se sumerge en la basura y al rato sale sonriente con una revista de hace una semana y me enseña los artículos que le interesan y que luego recortará para ficharlos. Al final yo también aprendí a hurgar entre los basureros, al principio daba vergüenza pero después se nos hizo un pasatiempo.

Su arte es congruente con su forma de vida. Así como no tiene remilgos para coger un periódico del botadero, igual construye sus cuadros con latas de bebidas o componentes de computadoras. En realidad pocos saben que él no recoge basura, sino los símbolos menospreciados de una sociedad en descomposición que sólo atina a vomitar su consciencia.

En su mente, la lata de Coca Cola dialoga con la tinya y la tinya baila con un grupo de músicos clavados en una pared. Sus cuadros son quietos, sin movimiento porque el tiempo no transcurre para él y el movimiento andino se da cada quinientos años con el Pachacuti.

El puede estar muriéndose pero no vende sus cuadros, es como decimos en el Perú un “cholo terco”, así es su fidelidad. ¿Y por qué?, le pregunto. Cuenta que en toda su vida ha vendido sólo dos trabajos a cambio de una suma miserable: “Puedes creer hermano, que en una ocasión la ONG de los españoles intentaron ponerle precio a mi trabajo haciendo una regla de tres simple. Si un dibujo con cinco hombrecitos costaba cien, otro que tuviese sólo uno debiera costar la quinta parte”. Luciano, muere de risa contando esto, pero yo sé que le duele en la paleta del alma. Nuestra sociedad no se asombra con nada, ni siquiera su putrefacción lo sacude.

La cultura de Luciano, es una complicada andenería de huaynos mezclados con chicha y rock punkie.
- Luciano estás cojudo, como la chicha y el rock punkie pueden convivir?
- Mario, es fácil ambos estilos cuestionan la sociedad y a su manera contribuyen a generar ese cambio. ¡Eso me interesa!
- Y ¿por qué no vendes tus cuadros siquiera para comprar un par de chisguetes de óleo?
- No Mario, es mejor que estén aquí cerca. Los pobres, algún día, tenemos que demostrarles a los ricos su ignorancia, transformando su basura para vendérselos como arte. ¡Esa es mi venganza! Dice y ríe.

A Luciano lo veo caminando lánguidamente, sin volver la mirada atrás. ¿Hacia a dónde va? Sólo él sabe.

sábado, 6 de septiembre de 2008

LA UTOPIA CUSQUEÑA.



Nos pasamos la vida soñando con un mundo mejor. Otros de tanto soñar se pudren hasta convertirse en alcaldes, regidores, estafadores politiqueros o en el peor de los casos son congresistas.

Yo he sido uno de esos que soñó con un Perú donde todos seamos felices, donde no  haya miseria o desempleo; pero mis sueños se fueron desvaneciendo con los años y en cambio creció mi frustración. 

Más tarde vi a mis amigos, mis compañeros de sueños, hacerse politiqueros, luego los vi juramentando como autoridades en algún chiribitil; pocos se salvaron de la maldición de hablar hacia a la izquierda y comer con la derecha. 

La mayoría, al poco tiempo perdió la memoria, se convirtió en una masa amnésica, sin amigos, sin recuerdos; olvidaron todos los sueños y así terminaron como vulgares empleados fracasados, postulando a un cargo por cualquier partido, con tal de que les dieran una chamba a cualquier precio.

Y cuando alguien tuvo el coraje de decirles lo que pensaba dejaron de ser los amigos de antaño y por el contrario terminaron en una enemistad visceral. ES verdad, nos insultamos, yo también los insulte con la fuerza de mi rabia. Hoy los veo pululando, la gente los llama politiqueros traidores, pero no es así, alguna vez, hace muchos años también ellos soñaron con un mundo más justo para todos. 

Y así fuimos perdiendo la capacidad de soñar con un mundo distinto. A esta altura ya casi estoy convencido que la política es una forma de vida poco honrada, al que los honestos llegan por un accidente de los votos.

Es por estas razones, que hace una semana le había planteado a Alejandro Herrera, este sueño. Soñar con cambiar el mundo, donde como dice Vallejo, todos “estemos sentamos al borde de la mesa eterna, desayunados todos”. 

Una sociedad donde los chavetazos verbales del raje sean elogios sinceros de alguna capacidad escondida. Una sociedad, que cristalice sólo por dos horas al mes, para ver que se puede aun cambiar hacia a esa dirección que Thomas Moro imagino. 

Una sociedad donde podríamos despojarnos de nuestra miseria cotidiana, para re-educar al espíritu, oteando la posibilidad de un mundo diferente, sinceramente bueno, no esta miseria que vemos a diario y de la que somos parte.

Esa sociedad es algo así como una “Utopía andina”  en chiquito. Pensé que el lugar más adecuado, dada la cantidad de locos románticos, que concurren a ese lugar, sería el “Cofrecito” de Edwin Chávez.

La idea se la comente a Alejandro Herrera y a Roberto Romero, mi entrañable amigo. A ambos se les iluminaron los ojos como a niños y quedamos en vernos al proximo fin de semana. Para aquel sábado, nos preparamos desde temprano. Una de las primeras sugerencias sería andar descalzos como un acto de sencillez y horizontalidad, con los pies bien puestos sobre la tierra. 

Me dije: Tengo que llegar a la hora, porque seria inaudito que llegue tarde al nacimiento de esa nueva utopía chola, que aunque no tenga mucha consistencia material tendría que venir a este mundo con todos los honores de un parto incubado por muchos años. 

Ese sábado, llegue a la hora en punto. Había llevado una botellita de anisado para iniciar la sesión. Yo sabia que no vendrían más de cinco, pero con cinco buenos, suficiente me dije.

Toque la puerta de Tres Cruces de Oro, muy decidido; con golpes fuertes. Una sociedad imaginaria tendría que nacer fuerte y sonora. A los minutos Edwin me abrió la puerta, medio soñoliento, eran las 4 de la tarde. 

Hola Mario, que te trae por aquí, pasa.
Hermano vine a verlos. Hoy vamos a fundar la utopía cusqueña de Tres Cruces de Oro. (Reímos)
Está Alejandro?
NO, Alejandro tuvo que adelantar su viaje hoy a las 11 de la mañana, porque no pudo encontrar pasajes para más tarde. 

En silencio, nos tomamos dos tapas de anisado. Edwin ya tiene más canas que yo de tanto empujar estos sueños. Por mi parte, no dije ni una palabra. Después lo llame a Roberto Romero, suspendí la reunión y me sentí más solo que nunca... Si los poetas no son capaces de soñar, el mundo está desahuciado.